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miércoles, 28 de enero de 2015

Lecciones del I Ching - El Aquietamiento - Hexagrama 52



Ilustración de René Antuan Fénix


(Mantenemos los pensamientos internos en calma, renunciamos al corazón infantil.)

Recibimos este hexagrama cuando nuestros pensamientos están enredados con nuestras emociones, o cuando la situación es tal que podemos llegar a envolvernos emocionalmente. Cuando nuestras emociones están envueltas es imposible obtener la claridad de mente; por lo tanto se nos aconseja “aquietarnos”. 

“El Aquietamiento” (mantenerse quieto) quiere decir aquietar el “pensamiento del corazón”. En el I Ching, cuando se despiertan nuestras emociones, se dice que el corazón está pensando. El corazón infantil piensa en términos de lo quiere o necesita, y de lo que le disgusta o desea evitar. También piensa en defensa de las pretensiones que haya adoptado; así es también el pensamiento egoísta de la vanidad y el orgullo. Constantemente mide la dirección y ritmo de los acontecimientos para ver lo lejos que ha llegado en sus objetivos. 


El objetivo de mantenerse quieto es el de calmar esta frenética y concentrada actividad mental. Si pudiésemos desligarnos suficiente tiempo para ver estos pensamientos objetivamente, nos percataríamos de que surgen de los temores del yo corporal, algunos son conscientes y otros inconscientes. El I Ching reconoce estos pensamientos como las voces de los inferiores. Mientras dominen nuestro espacio mental, es imposible alcanzar la neutralidad y la aceptación que nos lleve a una perspectiva correcta y razonable. 


Hay muchas formas de aquietar a los inferiores. Les podemos explicar la necesidad de mantenerse quietos para que la claridad sea posible. Podemos decirles que no se confundan por la apariencia de las cosas, que el cambio es la regla de la vida. Podemos asegurarles que si pueden disciplinarse, atraeremos la ayuda del Poder Supremo para hacer posible lo imposible. Podemos explicarles la necesidad de su obediencia, como en El Ejército, hexagrama 7, y podemos decirles que debemos adherirnos a lo Desconocido para que nos muestre el camino, como en Lo Adherente, hexagrama 30. Al animarlos de tal forma, es posible que obtengamos su cooperación y que conquistemos su perseverancia. A este método de restringir a los inferiores se le llama “dulce restricción” en La Restricción, hexagrama 60. 


Para alcanzar estos resultados, es posible que sea necesario sentarse tranquilamente en estado de meditación. Muchas veces recibir este hexagrama es una llamada a meditar, por lo menos, para ponernos en contacto con las preocupaciones y los temores de los inferiores. Los inferiores necesitan que se les asegure que si confían en lo Desconocido, y dejar que lo Creativo trabaje a través del vehículo del tiempo, todo saldrá bien. A veces este trabajo requiere que reconozcamos nuestras pretensiones y nuestro orgullo—culpables que necesitan ser matados a través de la firme perseverancia. 


Una vez que hemos alcanzado el estado de aceptación y docilidad, obtenemos la paz descrita por la imagen de La Alegría, hexagrama 58, como el “lago luminoso”: la superficie lisa del lago simboliza la alegría de la paz interna. En el momento que una emoción surge una onda se crea en su superficie. 


Mantenerse quieto también se refiera a la forma de meditar del I Ching, que supone ponerse en estado de vacío interno, acallando sistemáticamente las quejas de las voces de nuestros inferiores. El aquietamiento requiere sentarse en una relajada posición pero alerta, para que los nervios de la espina dorsal se tranquilicen. La columna no sólo es la única ruta por la cual el cerebro transmite los mensajes al yo corporal; también es el canal por el cual el yo corporal transmite sus quejas al cerebro. Al sentarnos en una posición sin soportes no nos apoyamos en nada; permanecemos despiertos mientras nuestro cuerpo se relaja. Cuando nuestra presión sanguínea y las energías se calman, los inferiores se aquietan como si durmieran. 


En este momento tiene lugar la separación del ego: La voz pretenciosa, defensiva y presumida de nuestra auto-imagen/ego se separa de nuestra conciencia y así podemos oír sus pensamientos apartados de nosotros. Su voz algunas veces es sutil y tentadora; otras, sutil y machacona, o exigente y furiosa. La separación del ego nos da una oportunidad de oírlo y entender sus pretensiones. Una vez que lo entendemos, podemos liberarnos de su dominio. Una vez que lo hemos oído en meditación, podemos reconocer sus insinuaciones durante nuestras actividades diarias. Reconocerlo nos ayuda a resistir sus exigencias. Una vez que el ego se ha separado también podemos ver y oír a los inferiores. Al escuchar sus preocupaciones y quejas notaremos que son como niños; al igual que ellos, se concentran en lo que quieren, se preguntan y se preocupan. Las células del cuerpo, o la organización de las células, tienen formas verbales y no verbales de decirnos que tienen hambre, que están cansados o que tienen miedo. Durante nuestra normal actividad consciente pensaríamos que estos pensamientos son parte integral de nuestra estructura; en meditación, de alguna forma, los escuchamos como separados de nuestro yo central. Al contactar con ellos durante la meditación, encontramos que han estado bajo el control del ego; también encontramos que somos capaces de alistarlos para trabajar hacia la meta del yo superior. De esta forma nuestro yo superior, el Hombre Superior, gana la habilidad de dirigir a los inferiores. 


Una vez que todo esto pasa, la personalidad retoma su orden natural. El escuchar las necesidades de los inferiores y poner sus temores en paz, parece que les diéramos seguridad y pacificándolos, y haciendo descansar a nuestro corazón. En estado de verdadera tranquilidad descansamos en algo así como un espacio de neutralidad y aceptación total. No vemos ni escuchamos nada. Algunas veces es posible oír una voz nueva o ver seres inéditos. La voz nueva es serena, discreta; es la firme voz del Sabio. Escuchamos y observamos como si se tratase de una película cuya proyección se inicia. Tambien es posible que veamos imágenes que demuestran las lecciones de la verdad universal. Mientras podemos participar en lo que sucede, no lo controlamos. 


En el tiempo de la meditación es cuando hacemos los sacrificios a los que se nos llama en distintos hexagramas como La Contemplación, hexagrama 20. El sacrificio quiere decir que entregamos al Poder Supremo las dudas del conflicto interno y las emociones como ira justificable, el sentimiento de tener derechos, la indignación producida por las injusticias, la impaciencia con el mal y nuestra tendencia de concentrar nuestra atención en asuntos insignificantes, lo que ocasiona la pregunta, “¿Por qué son las cosas así?” Sacrificamos estos sentimientos y percepciones porque obstruyen el progreso e inhiben el bien general. Tales sacrificios agrandan el ser espiritual. 


Para el estudiante serio del I Ching, la práctica diaria de la meditación es esencial. A través de la meditación practicamos la limpieza interior que nos devuelve la pureza y la inocencia; libres de pensamientos que generan agitación y sordera interna, volvemos al estado alerta y a la atención interna que nos hace posible relacionarnos con los demás de una forma creadora. Liberarnos de las preocupaciones preponderantes de los inferiores tiene el efecto de limpiar nuestro casa interna. Así como nuestra casa interna se ensucia viviendo en ella, nuestro espacio mental llega a atestarse con preocupaciones ajenas e innecesarias. Las cuales pueden consistir en sistemas de creencias, preocupaciones, fantasías e ideas que hacen que la paz interior y la armonía sean imposibles de adquirir. La limpieza interna implica el abandonamos del mundo, sus preocupaciones y todos los sistema de creencias. Nos despojamos de la ira pasada, de la hostilidad y de todas las injusticias que la gente ha cometido contra nosotros; descartamos todas las filosofías de negación y los pequeños placeres y disgustos. Al limpiar nuestro Ting (ver El Caldero, hexagrama 50), nos liberamos del enorme peso que acarrea semejante tormento mental. Si, al intentar meditar, buscamos obtener la paz interna sin haber conseguido la limpiza interna, la claridad y la comunicación con el Sabio no serán posibles. Evitar este paso es “forzar la meditación”, como nos advierte la línea tercera. Practicar la limpieza interna es la autorenovación diaria que posibilita al Hombre Superior mantener el máximo de su poder (ver La Fuerza Domesticadora de lo Grande, hexagrama 26). 


A través de la meditación el Sabio nos deja entrever nuestro ego como un sistema organizado de defensa, que al abdicar del mando de nuestra personalidad, ha dejado que nuestros inferiores construyan una defensa a lo Desconocido. Podemos ver, uno a la vez, los temores que dan vida y poder al ego; vemos nuestros miedos en disfraces diabólicos que les posibilitan aterrorizarnos. El enmascarar tales miedos en la meditación es como coger al Mago de Oz en el acto de manipular sus máquinas aterrorizadoras por detrás de la cortina; nunca más podrán ejercer tanto poder sobre nosotros. Puesto que esta clase de meditación parece indispensable para el estudio serio del I Ching, no es sorprendente que Confuccio diga, “el estudio sin meditación es un trabajo perdido; la meditación sin estudio es arriesgada”.

De "Una Guía del I Ching" de Carol K. Anthony - Ediciones La Liebre de Marzo