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"Solo camino con Todo", fotografía de Delia Panpahoy, 2013. |
La espiritualidad es
laica.
El laicismo consiste en mantener la independencia de las
instituciones religiosas. Las instituciones religiosas, las distintas Iglesias
y confesiones del mundo son organizaciones que se han construido para ejercer
un poder. Este poder puede ser meramente moral y social o o a menudo también cultural, económico y
político. Aunque han nacido al
amparo de las experiencias espirituales de grandes hombres del pasado (Lao Tse,
Buda, Cristo, Mahoma, Shankara, etc.) su intención no ha sido facilitar la
experiencia espiritual del pueblo, sino regular y legislar la moral y las
costumbres de acuerdo a unas enseñanzas que en mucho o en poco han terminado
por ser malinterpretadas para adecuarlas a su ejercicio de poder.
La principal causa de la malinterpretación es que los
lideres religiosos en su mayoría no han accedido a vivir su propia experiencia
espiritual, sino que se han quedado en lo externo, en las palabras, en el mito.
Esa superficialidad ha permitido adecuar determinadas enseñanzas espirituales
al deseo de poder y control sobre las masas.
Aun así en cada gran confesión han perdurado escuelas mas o
menos minoritarias que proponen una vía hacia la experiencia espiritual. Tales
son el misticismo cristiano, el sufismo islámico, el zen budista, el vedanta advaita hindú o la cábala judía (y otras muchas). Estas
escuelas han podido sobrevivir al inmenso poder de las religiones porque en
mayor o menor medida se han sometido a la rigidez normativa de la institución
respectiva en la que están encuadradas.
Cualquiera que esté en camino de vivir su propia experiencia
espiritual puede optar por vivirla siguiendo alguna de estas escuelas, y muchos
de ellos se sentirán seguros y cómodos en sus preceptos un tanto rígidos. Con
el tiempo algunos de ellos accederán a vivir su experiencia espiritual
siguiendo esos caminos que en muchos casos recurren a una normativa severa, a una
disciplina estricta y a una fe determinada sobre visiones del mundo y observación de dogmas que provienen de
la interpretación de sus maestros. Son caminos aun válidos para la experiencia,
pero surgieron en otras épocas, en otros momentos distintos de la evolución de
nuestra conciencia. Es por eso que sus normas, su disciplina y sus dogmas
pueden ser disonantes con nuestro tiempo actual y resultar estériles para
muchos que se aventuren a buscar su senda en dichas escuelas.
La buena noticia es que la espiritualidad es laica, no
depende de determinadas normas ni dogmas, ni de lideres religiosos ni maestros.
En la época de la información tenemos la capacidad de absorber todas las
perspectivas y crear nuestra perspectiva propia.
Si admitimos que somos un vehiculo del Ser, entonces nuestro
cuerpo es nuestro templo y nuestra visión conjugada con nuestra intención y
nuestro amor puede ser nuestra Iglesia.
De este modo nuestra conciencia al honrar a lo divino, en su templo y en
su Iglesia se convierte en el sacerdote que oficia cada día en el mundo y hacia
el mundo. Y nada tiene que ver eso con una visión egocéntrica de la realidad,
al contrario, se trata de aceptar que lo divino, lo Esencial, ocupa el centro
de todas las personas y las cosas.
Cada uno es sacerdote, templo, Iglesia y
Dios y todos somos lo mismo. Cada uno sigue su camino en solitario, pero todos
los caminos confluyen en todos. Relacionarnos con lo sagrado interno nos
permitirá tener relaciones sagradas entre nosotros, con el medio, con el
planeta, nos permitirá embellecer el mundo.