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Estallido. Fotografía de Delia Govantes. |
Un gran catalizador de síntomas en nuestro cuerpo es la ira guardada, no aceptada, escondida o no reconocida.
Alguien nos preguntó sobre esta cuestión y estos son los ejemplos que comentamos, tal vez a alguien mas le sirvan de ayuda.
La vesícula biliar suele estar relacionada con ira acumulada. Es un dicho popular ésta relación entre el temperamento iracundo y la bilis, y a la sabiduría popular hemos de recurrir para descifrar ciertas metáforas a veces. Una vesícula hinchada puede ser sinónimo de estar guardando una respuesta furibunda durante un tiempo prolongado. En algún caso puede revelar un temperamento irascible que escondemos, depende en que situaciones. El síntoma siempre revela una verdad interna, esto es algo muy importante a tener en cuenta a la hora de interpretarlos.
También es cierto que es mas fácil verlo en los demás que en uno mismo, nos resistimos con fuerza a contemplarnos en ese retrato descarnado que un síntoma puede hacer de nosotros. Pero en la comprensión y en el perdón de eso que (también) somos es donde radica la verdadera sanación.
Los problemas de dientes también pueden (y suelen) estar en relación con agresividad contenida. Cuando las encías son las afectadas es posible que esa ira provenga de viejos conflictos familiares o viejas creencias. Las encías ensangrentadas, y descarnadas, dan al afectado un aspecto fiero y violento, de animal enfurecido, y esa puede ser la imagen que este síntoma quiera devolvernos de nuestro interior.
En la periodontitis suele haber un componente "genético", esto se puede interpretar como un traspaso generacional de esa ira de padres a hijos, se convierte en una manera "familiar" de manifestar nuestra contención. Son creencias antiguas sobre como manejar nuestra agresividad.
El "objetivo" final del síntoma es desarmarnos. El hueso y los ligamentos de los dientes comienzan a perderse hasta que terminan por caerse las piezas. Así, desdentados, ya no podemos hacer daño a nadie. Esto puede significar que albergamos una creencia de que somos intrinsecamente "malos" y que esa ira que guardamos y "rumiamos" va a ser causa de desgracia si la sacamos. Es posible que tengamos razones para no ser iracundos, pero es necesario hacer aflorar esa ira y manifestar que estamos disgustados, al menos de una manera neutra. Y, por supuesto, dejar de creernos "malos".