martes, 2 de octubre de 2012

¿Tú me quieres?



Devoración - Dibujo digital de Delia Govantes
Devoración - Dibujo digital de Delia Govantes


Preguntas que haces pero hablan de ti (1)



Si eres capaz de sorprenderte a menudo preguntándole a tu pareja "¿tú me quieres?" es posible que en el fondo de ti haya una dependencia emocional a entrar en el juego de encontrarte en el trance de ser "el elegido" o la "elegida" como objeto de amor de otros.


Si esto es así probablemente hayas sentido en tu niñez el vacío de no ser atendido, de no ser el elegido o la elegida en un momento dado como destinatario de cariño o atenciones entre todos tus hermanos. O de pasar desapercibido por estar tus padres mas pendientes de ellos, ya fuera el uno del otro o de si mismos. O quizá el objeto de su atención y de su amor era prioritariamente sus adicciones a lo que fuera, desde el alcohol o el juego, hasta el trabajo o las distracciones.

Si esto te pasó en tu mas tierna infancia también es probable que en el colegio tampoco te eligieran. Te quedaras al margen, te sintieras un bicho raro mientras la sensación de vacío en tu corazón se hacía mas grande.

A consecuencia de esa emoción desarrollaste la creencia de ser insignificante, poca cosa, no merecedor o merecedora de la atención y el cariño ajenos.


Aun hoy, en cualquier momento en que la inseguridad se cuela por la puerta de atrás de la conciencia, ese vacío imaginario te da un pellizco y como de un resorte aparece la pregunta ¿tú me quieres?


Y eres capaz de repetir esa pregunta como un mantra, sin darte cuenta, pero precisamente para darte cuenta, para despertar de ese triste sueño.


Si el mantra hace su efecto y despiertas te darás cuenta que ese vacío es la ausencia de ti, absorto aún por el dolor del pasado. Si la sensación de corazón vacío se convirtió en tu creencia te darás cuenta que a menudo intentaste rellenarla con distracciones, obligaciones, adicciones porque jamás sentirás saciedad en ello. Sólo lo puedes llenar tú, acogiéndote, atendiéndote, apoyándote. 


Te conviertes en tu padre atento y cariñoso que no se deja llevar por preocupaciones o distracciones. Te conviertes en tu madre, relajada y siempre dispuesta a disfrutar, en absoluto estresada por el trabajo o las obligaciones. Te conviertes en tu amigo o en tu amiga siempre listos para descubrir nuevos mundos, tolerantes con las diferencias y ansiosos de compartir.


Y ahora ocupas ese vacío con todo tu Ser y de inmediato desaparece la necesidad, la inseguridad, la tristeza y surge con toda su luz la autentica voluntad de querer, segura y suave al mismo tiempo, junto a la verdadera posibilidad, la receptividad total de ser querido o querida.