miércoles, 10 de julio de 2013

¿Dónde está la Justicia?




Meterse en pleitos es un asunto muy penoso que solo debería tomarse en cuenta como último recurso y por razones que no sean meramente emocionales. Que no sea por ira, por venganza o por deseos de hacer justicia personalmente. Aunque uno lo ponga en manos de jueces y abogados, personas profesionales y supuestamente ecuánimes, eso no quiere decir que estas personas por si mismas van a limpiar la intención que nosotros ponemos de los deseos de nuestro ego.

Lo único que verdaderamente justifica un pleito es el intentar favorecer que un orden que ha sido transgredido vuelva a ordenarse. Y el devolver esa circunstancia al orden debe entrañar un beneficio a terceros, a personas que no pueden defenderse, o apersonas ajenas que pudieran sufrir del mismo problema por parte del o los litigados. Por eso es necesario hacerlo con una visión desapegada y no personalista del asunto, donde se pueda discernir claramente si estamos buscando sólo un bien para nosotros o ese bien es para los demás.

Hacer justicia no esta en la mano de uno, ni siquiera en la mano de los Jueces. Al final, es el Orden Supremo el que todo lo equilibra. Y si nuestra decisión de recurrir a los tribunales esta tomada desde nuestro desequilibrio emocional o desde la ambición personal, cuando ese Orden actúe nos va a tocar llevarnos un revés, mas pronto que tarde probablemente.

Así que si quieres pleitear tienes tú primero que sopesar en tu balanza interna cuantas emociones te impulsan en tu decisión. Con que solo haya una eso se puede volver en tu contra. Así que intenta que esas emociones se diluyan, ponte en la piel del otro y vuelve a sentir las situaciones que te causaron perjuicio. Varias veces si hace falta.

Cuando no sientas ninguna emoción por lo que pasó entonces es el momento de observar y decidir si lo llevas a juicio o no porque en ese momento tú lo habrás decidido con ecuanimidad. Pero ahí no acaba la cosa.

En el caso de optar por pleitear hay que mantenerse muy firme durante todo el proceso, observándose uno mismo que esas emociones y deseos no vuelven a poseerlo, y en el caso de que nos asalten no tomar ninguna decisión si no es a salvo de esos conflictos internos. Porque un procedimiento legal no es simplemente tirar una flecha y a ver donde llega. Es un camino que se conforma de etapas en las que hay que seguir tomando opciones y elecciones y hacerlas poseídos emocionalmente puede estropear en cualquier momento lo que suceda, enturbiar nuestra intención desviarnos del camino y saborear el amargor de un revolcón de la vida.

En ese caso todo hay que aceptarlo como positivo, la Vida es la que está haciendo justicia y equilibra la situación para que podamos seguir progresando.

La justicia de los hombres es tramposa, se deja guiar por el ego fácilmente. La Justicia de la Vida es magnánima, siempre reparte con equidad y nunca da por perdido a nadie. Adhiramonos a ella con humildad.

Hacer justicia interna, cortar con nuestra espada lo inútil y lo accesorio de nuestras emociones y deseos, es lo primero para ello, y es un camino que pondrá a prueba nuestro temple, nuestra flexibilidad, nuestra empatía, nuestro desapego, nuestra incondicionalidad.

En definitiva, si esta opción se cruza en nuestra vida, se trata de un camino de gran superación personal. Y puede ser un camino árido y difícil. Pero no es algo que tenga que retraernos si lo que se nos está planteando con ello es ofrecer un bien a otros. Y a nosotros acceder a un grado elevado de excelencia y de impecabilidad trascendiendo este reto.