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miércoles, 1 de junio de 2016

Meditación

"A la Luz del Eclipse". Fotografía de Delia Govantes, 2013.

Contemplar el paisaje
Contemplarlo sin tregua, sin tiempo, sin mañana
Contemplarlo hasta que se te deshagan los ojos de mirar
Hasta que no quede nada entre tú y el paisaje.

Contemplar el paisaje
Contemplarlo desde los abismos, desde lo profundo
Contemplarlo sin concesiones, radicalmente
Desde la totalidad que te habita, desde tu nada.

Contemplar el paisaje
Hasta que la luz atraviese tu carne transparente
Hasta que el viento pueda soplar la flauta de tus huesos
Hasta que todo lo que creíste ser se vuelva polvo en el aire.

Contemplar el paisaje
Contemplarlo hasta que el paisaje te contemple a ti
Contemplarte desde el paisaje
Hasta que tu forma se extinga y tu alma grite y cante de gozo.

Contemplar el paisaje
Hasta ser
Sólo el paisaje
Todo el paisaje.


Delia Govantes Romero

lunes, 30 de marzo de 2015

Renglones Torcidos

"Colgada". Técnica mixta y fotografía. Delia Govantes, 2012.


Por aquel entonces
me dio por escribir mi vida con renglones torcidos.
Hiciera lo que hiciera cada línea se curvaba hacia abajo,
las letras se deslizaban hacia un profundo abismo negativo.
Como una fila de hormigas suicidas
eran succionadas por una extraña atracción,
una ley de gravedad poderosa e inexorable.

Y me dio por creer que alguien torcía mis pasos,
una fuerza oscura a la que llamé
Universo o Destino, a veces Dios.
Me pareció que no era ya mi mano la que escribía
sino que era guiada por otro,
un Otro taimado y cruel
(como si eso fuera posible).

Por aquel entonces
comencé a quejarme a todas horas
de la mala suerte, de los malos días, de la mala vida.
Comencé a insultar al espejo
Le decía “tú, tú, tú, maldito seas”
que tuerces cada línea que escribo, quebrando mi voluntad
que no me das lo que necesito
que me distraes de mí sin respetar mi propósito.

Y ya sólo veía al Otro
increpándome a grandes voces desde el espejo,
el dedo extendido acusador antes mis ojos impotentes.

Las líneas seguían torciéndose hacia abajo.
Una tras otra las letras saltaban hacia el abismo.
Así que dejé de creer que era mi mano la que escribía
y empecé a pensar que mi mano no era mi mano,
sino una entidad con vida propia, adherida a mi cuerpo
que igual podía escribir una línea torcida
o esgrimir un puñal o una pistola o una cuerda
o empujarme a la oscuridad como a las letras,
suspiro a suspiro.

Y creí, realmente creí, que todo se había acabado.
Me subí en el último renglón y desde allí
me dejé caer hacia el abismo
esperando que llegara la nada, que por fin
se deshiciera la historia para siempre.

Pero no pasó eso.
Tan solo me quedé colgada,
oscilando como un péndulo sobre el vacío
el cabello flotando sobre mi cabeza.

Todo lo que existía comenzó a caer hacia arriba.
Las comisuras de mis labios se giraron
atraídas por una inevitable gravedad
formando una sonrisa.

El espejo se estrelló contra el nuevo cielo
con un crujido leve de hojas muertas
o un susurro de nieve pisada,
y dentro no había nadie.

Así que sólo quedé yo, y quedó mi historia.

Ahí estaban todas las letras
Reordenándose desde otra perspectiva
Cada renglón enderezándose como un girasol
que levanta la cabeza para saludar al día que nace.

Miré mi mano y era mía
Y no había nadie más que yo.
Así que comencé a escribir de nuevo y las líneas
dibujaron espirales, soles, olas
Con una libertad desconocida.


Delia Govantes Romero. Marzo, 2015.


miércoles, 18 de febrero de 2015

Tormenta

"Temporal". Fotografía de Delia Govantes, 2015

Acepto lo brutal
como parte del universo y sus símbolos

Incluso

la fragilidad del pajarillo
que se estrella contra el cristal
confundido por la lluvia.

Así el alma aletea confusa
Y luego retoma el vuelo.

No por ello el universo deja de ser
Perfecto
y este instante el extraordinario momento
que elige la luz para atravesar las sombras
y tocar
el lugar más recóndito y protegido
de la conciencia.

Estoy aquí, y en este estar
ya estoy en otra parte.

Le he hecho mi pedido a la lluvia
Le he hecho mi pedido al sol
que sale y se esconde
jugando entre las hojas.

Le he hecho mi pedido
al aliso, al fresno, y también
al tren que pasa silbando
mientras cae la tarde y ya
se acerca la tormenta.

El dolor no existe más
que como algo accidental
de la adolescencia del alma.

A veces es preciso sentir este desgarro
Esta vacuidad para comprender
que soy la misma y ya
Soy otra
haciendo mi pedido al universo
que se desliza líquido entre mis dedos abiertos
ahora que ya
no deseo apresar nada.

Tan sólo contemplar la belleza
y la confusión
y la certeza
y el sol y la tormenta
y la flor que agacha la cabeza
derrotada por la lluvia
Y el pájaro que golpea el cristal y luego
retoma el vuelo.

Todo eso soy yo
repartida por todas partes
unida a todo lo que existe
Intacta y completa en mí misma.

El sol ha salido pero aún
retumba la tormenta en la montaña
Su bramido detiene por un instante
el golpeteo monótono del pájaro carpintero.
Pero no puede con el río.

Ahora la tarde sigue fluyendo
Clara
diáfana y encendida
como si ninguna oscuridad
fuera posible.

Soy el corazón del pájaro
que vuela sobre el valle
Lato
y en mi latido sustento
el vuelo que me transporta.

Delia Govantes Romero.

martes, 21 de enero de 2014

Dentro de Dentro

Intento ahora
volver abajo
volver dentro de dentro
y hallarme,
tocarme,
Volcarme en mí.
Tumbarme en la tierra húmeda
(matriz, huevo, esencia)
y escarbar con las uñas
y con los dedos.
Morder la tierra y allí
poner una semilla
palpitante
pulsante
viviente.
Sentarme encima
acurrucarme hasta sentir,
que ya soy árbol en mi propio centro
futuro, potencia
ramita mas pequeña
frágil embrión.
Y entonces crecer,
crecer hacia fuera
Hacia el futuro que siempre me ha aguardado
y que a veces parecía inalcanzable
Y desplegarme entonces
desde el fondo de mí,
allí donde reconozco mi cuerpo
para abrir los brazos
y ser un árbol
grande
hermoso
humano.
Y de pronto
Es primavera hoy. 

Ilustración: Semilla de Consciencia. Poema: Dentro de Dentro.
Por Delia Govantes